lunes. 07.10.2024

"La huerta de Europa fue Francia hace años y la sustituyó Murcia, pero creo que en una década será África quién nos sustituya tal y como están las cosas", lamentaba este viernes el gerente de un grupo de alhóndigas de San Javier o mercado de compraventa de frutas y verduras que ha querido guardar su anonimato para evitar problemas porque se encuentra entre la espada y la pared en esta situación del campo español.

 

Luis es una de las más de seis mil personas que este viernes se acercaron a Murcia a la protesta convocada por COAG, UPA y ASAJA como una de las voces que ha retumbado, junto con las bocinas de los tractores, dolido porque la UE no controle en frontera la cada vez más abundante entrada de productos hortofrutícolas contra los que no puede competir el campo español, y entristecido porque las autoridades españolas no mimen como debieran a los productos nacionales de un sector que languidece.

Señala sin tapujos a las grandes superficies como las que presionan en alhóndiga con un precio fijado que en algunos casos es inferior al que el agricultor ha calculado como mínimo necesario para vender su producto, y tales superficies "siempre encuentran alguien que les venda al precio que ellos ofrecen".

 

Recuerda que antiguamente había más mayoristas y menos supermercados, y además estaban las plazas de abastos y los mercados y las tiendas en los pueblos vendiendo esos productos sin que existiesen tantos abusos en los precios, pero el público cada vez concentra más su compra en esas grandes superficies que son las que hoy en día condicionan en gran parte la situación no sólo en España sino en toda Europa. "Es entendible que eso lleve un coste pero no con un múltiplo como el que hay", clamó.

 

Francisco Huertas, un agricultor de 65 años de Pliego, dice que sus hijos no paran de pedirle que "venda las tierras o que queme todo", pero un sobrino es el único que quiere "tirar palante". "Me jubilaré con una deuda de 105.000 €", se queja porque en su finca de 5 hectáreas de albaricoqueros no cesa de perder dinero a razón de 50 céntimos el kilogramo que vende a la cooperativa de Mula en la que él junto otras 699 personas fía toda su producción.

"Es fruta perecedera y si la recojo en abril las superficies se esperan a mayo para comprar", remarca, y señala que ello les obliga a guardarla en cámaras frigoríficas y al final vender a precios "de risa" albaricoques de las variedades Mogador, Luca, Rambo, Colorado o Mikado que al llegar al consumidor alcanzan hasta los 3 euros el kilo.

 

José Ángel Díez, de 57 años, de Los Saez de Tarquinales cuenta otra historia parecida pero de un cultivo intensivo bajo invernadero como es el pimiento o el calabacín, este último a 11 céntimos el kilo, cuando el gasto es superior al de cielo abierto. Son 220 socios en la cooperativa Soltir de San Javier y venden a corredores, exportadores e intermediarios.

 

Comenta que los bancos les prestan porque saben que lo que ganan no lo malgastan, sino que lo reinvierten y que se pasan el día en el campo, pero cree que esa confianza no durará ya mucho más. "Mira mis manos, mira los dedos cortados", explica con resignación mirando a los jóvenes que le rodean, para los que pide que el gobierno adopte alguna solución porque sino el campo desaparecerá.

 

Juan Gil, de Bullas, a sus 74 años todavía mantiene su huerto particular de almendros y olivos y ha querido acompañar a los manifestantes porque siente que ésto es tan importante que debe hacer el esfuerzo de estar con un sector que le ha dado la vida en siete décadas, y que actualmente es imposible de mantener al subir todos los costes menos el precio del producto. "Yo no necesito nada, estoy jubilado, pero nuestros hijos lo tendrán muy crudo", advierte.

 

Precisamente un joven agricultor, Francisco Hurtado, de Los Torraos (Ceutí) es de los optimistas en esta protesta, pero un optimismo de un oficio duro que conoce desde muy pequeño y que, paradógicamente, le gusta. "No gano ni pal jorná", lamenta, pero "me gusta la huerta" y los melocotoneros que su padre ha venido cuidando hasta que se ha jubilado. Francisco fue a la protesta con su camiseta del Real Murcia, el equipo de sus sueños, y con un pensamiento diferente al de muchos amigos suyos que han dicho a sus padres que vendan todo. "¿Pero a quién se lo van a vender?, digo yo".

 

La cabeza de la marcha era de un histórico Barreiros R545, cuyo conductor mostraba orgulloso una bandera de España y en su frontal una pancarta en la que se podía leer "Si el labrador se arruina y ya no puede labrar. ¿Qué guisarás en tu cocina pa poderte alimentar?" y "A unos céntimos he vendido. Cada vez má arruinado y me quedo sorprendido de lo que vale en el mercado".

 

José María 'El Moreno', de Molina de Segura, le acompañaba en su John Deere con la cabeza despreocupada por los veinte litros de gasóleo que le costará la broma de "irse pa la capital", pero el motivo requería estar con sus compañeros de oficio, muchos de ellos con el chaleco amarillo, con banderolas de los sindicatos convocantes y con bocinas.

Había también grupos de temporeros marroquíes que no han querido o no han podido responder a las preguntas de los periodistas o por miedo o por desconocimiento del idioma, pero acudieron a Murcia en el autobús del patrón sabedores de que corre peligro también su trabajo recolectando hortalizas, principalmente en el campo de Cartagena, diana de las críticas últimamente por el mal estado del mar Menor.

 

Agricultores de la zona que no han querido dar su nombre han criticado la última normativa aprobada por el gobierno regional porque les obliga, según dicen, a construir balsas para recoger las aguas de los invernaderos, así como ponerles canalizaciones, cuando hay muchos pequeños agricultores con menos de 5.000 metros cuadrados que no pueden afrontar tal gasto. "La DANA nos arruina y al gobierno le patina", llevaba como cartel uno de estos agricultores consigo.

 

La protesta, durante aproximadamente cuatro horas, ha colapsado el centro de la ciudad.

"Me voy a jubilar con una deuda de 105.000 €"