Los miedos de la insolvencia

No. Este no es un artículo de contenido técnico, pero estoy seguro que muchos de sus lectores se verán rápidamente identificados.

 

Cuando decidí ser Administrador Concursal lo hice con el firme propósito de contribuir a mejorar las penosas estadísticas de empresas que acababan en liquidación después de un proceso concursal. No lo conseguí. Y he tenido mucho más éxito fuera del concurso que dentro de él. Incluso cuando era propietario de Chubb.

 

¿Por qué?

 

El factor común de todas las empresas en las que he sido administrador concursal, al margen de otros factores, ha sido el tiempo: cuando la empresa solicitaba el concurso era demasiado tarde y se acudía a la vía legal, fundamentalmente, por cuestiones de responsabilidad de los administradores, no como instrumento para dar la vuelta a una situación. Era, es, la forma “legal” de tirar la toalla, exhaustos, bloqueados y sin ideas.

 

¿Por qué?

 

Miedo. Una situación de insolvencia actual, inminente o previsible es lo que más miedo genera en las empresas.

 

Y, estando muy lejos de ser ni conocer la ciencia psicológica (pido disculpas de antemano a los profesionales), me atrevería a resumir esos miedos de la siguiente forma:

  • Rechazo social. No somos justos con las empresas y autónomos que pasan de una situación normal a una de insolvencia. Ni los empresarios aceptan de buen grado pasar de ser alabado por crear riqueza y empleo, a ser juzgados “porque no pagan”.

 

Entre otras consecuencias, las relaciones de tipo personal se ven seriamente afectadas.

  • Presión. Como continuación con lo anterior, las empresas sufren una presión, casi acoso, constante cuando se encuentran en situación de insolvencia. Continuas llamadas de acreedores, trabajadores y bancos, amenazas, insultos … comprensibles, pero no aceptables.

 

Tengamos en cuenta que la insolvencia de una compañía produce un efecto dominó en otras empresa y personas.

  • Ruina. El miedo a perderlo todo, a perder el resultado del trabajo y el esfuerzo, en ocasiones, de toda una vida.

 

Todo lo anterior produce, como norma, un efecto negación: “esto no me puede estar pasándome a mí”. Y se comete el error de esperar “a ver si la situación mejora”.

 

La verdad es que, dentro de mi profesión, nada me produce más tristeza que ver desparecer una empresa que es económicamente viable.

 

Así que, por favor, adquieran consciencia de su situación cuanto antes y adelántense. Sólo eso les dará una oportunidad.

 

La parte técnica para otro día.

 

Gracias.