Si Lincoln levantara la cabeza...
Al final de su vida, Lincoln agonizaba tras una haber sido herido de muerte en la ópera. El ministro Stanton, a su lado dijo de él: “Aquí yace el más perfecto gobernante que el mundo haya conocido jamás”.
El secreto de Lincoln era, entre otras, su capacidad de relacionarse con los demás, motivarlos y sacar lo mejor de ellos. Eso no fue siempre así. En sus inicios, cuando era un joven de Indiana, tenía la costumbre de ridiculizar y criticar a los demás. A veces, escribía poemas o cartas burlándose de los demás y las dejaba en los márgenes con la seguridad que alguien los encontraría y difundiría su difamación.
Un otoño, Lincoln escribió una carta ridiculizando sin piedad a un político irlandés que se publicó en el Springfield Journal. La ciudad entera se mofó de él durante semanas y le provocó tal ira e indignación que citó a Lincoln a un duelo de muerte. Apenas unos minutos antes del duelo, los dos contrincantes evitaron la trifulca. Esta experiencia hizo reflexionar a Lincoln y le enseñó una premisa que le acompañaría hasta el día de su muerte: “no juzgues a nadie si no quieres ser juzgado”.
Lo sé, las posibilidades de que nos citen a un duelo a muerte hoy en día son más bien escasas, y sería para mí una satisfacción, si a través de estas líneas todos fuéramos más conscientes de que las críticas y reproches ásperos son casi siempre inútiles.
Si tratas de corregir con reproches a otra persona, ésta tratará de justificarse y de censurarte a ti, pero no cambiaremos, ni un ápice, su forma de pensar. El reto está en que tú eliges la forma de hacerlo.