El conocimiento no cambia el comportamiento

Año nuevo, nuevos propósitos. Como siempre.

 

En mis seminarios insisto en que deberíamos saber distinguir entre metas, objetivos y propósitos.

 

Mi meta, cuando estoy impartiendo formación en una empresa, es que esa enseñanza les guste a los alumnos.

 

Mi objetivo es que la empresa que me contrata para impartir esa formación siga contando conmigo.

 

Pero les explico que mi propósito sólo es uno, que es ser feliz, y eso hace que si en alguna ocasión no alcanzo mi meta o fallo en mi objetivo, mi propósito no me lo va a tocar nadie.

 

Porque he de ser consciente que el éxito es algo que está fuera de mi ámbito, que no depende exclusivamente de mí, y que a lo que me tengo que dedicar es a mi excelencia, que esa sí que depende de mí. En caso contrario, siempre estaría agobiado por intentar gustar a todo el mundo y sé que eso es imposible, por mucho empeño que le ponga.

 

Esto en principio es algo lógico, y que todo el mundo sabe y entiende.

 

Sin embargo, también intentó explicar que el hecho de saber las cosas es la parte fácil de la vida, pero el conocimiento de las cosas no cambia el comportamiento en las actuaciones.

 

Todos sabemos que nos vamos a morir, pero en el fondo muy pocos creemos que pueda ser en cualquier momento, porque si de verdad fuéramos conscientes, nuestras actuaciones creo que serían distintas, pasando a ser personas más agradecidas por ver un nuevo día y con menos quejas por lo que pueda pasar en un futuro o por no conseguir aquello que queremos lograr.

 

Lo que ocurre es que para lograr esas nuevas metas que nos ponemos en un año nuevo, en ocasiones confundimos la motivación con la fuerza de voluntad.

 

Cuántas veces iniciamos algo y luego nos quejamos de que no nos motivan lo suficiente como para seguir adelante, como si la responsabilidad fuera del otro en lugar de nuestra.

 

Y el secreto no está en la motivación sino en la fuerza de voluntad.

 

Yo no me tengo que motivar nada para hacer las cosas que me gustan, pero sí que tengo que aplicar disciplina y fuerza de voluntad en perseverar en aquellas que de verdad me cuestan.

 

Si usted es un amante de los gimnasios, no creo que le cueste nada acudir a ellos; sí por el contrario lo hace por auténtica necesidad física, le entiendo perfectamente que no esté motivado para acudir a ellos y sin embargo, gracias a su fuerza de voluntad, vaya día a día a los mismos.

 

Y todo ello se complica porque para conseguir nuestros objetivos, ya sea como siempre digo en el entorno familiar o profesional, en ocasiones pensamos que ya sabemos todo, porque tenemos experiencia en cómo hacerlo, y se nos olvida que cada relación, cada nuevo jefe, cada empleado nuevo que tengamos que dirigir, es absolutamente distinto.

 

Esa es la complejidad y la belleza de tratar con seres humanos.

 

Por ponerles un ejemplo, es muy posible que usted sepa conducir, pero si siempre ha llevado un coche de marchas y, por primera vez, va a conducir un coche automático, no me vale con que me diga que ya sabe conducir, sino que tiene que acostumbrarse a una nueva manera de ejercitar ese hábito.

 

Lo mismo ocurre en las parejas que, una vez separadas, viven en una nueva relación una convivencia. Si espera que la nueva pareja se conduzca o se dirija igual que la anterior, se va a equivocar. Y por finalizar el ejemplo, cada nuevo empleado o jefe es distinto al anterior, porque ningún ser humano es igual al otro.

Por ello la importancia de fomentar siempre las habilidades emocionales en cualquier clase de dirección que tengamos y estar siempre dispuestos a aprender.

 

Recuerdo una anécdota de Fred Káiser, un alto ejecutivo en la década de 1950, que contaba que en cierta ocasión había aprendido una importante lección sobre lo que es vender de su propia hija, que siempre le insistía en comprar sus chucherías en una tienda en particular.

 

Esa tienda la regentaba un hombre llamado Nick, al que todos los niños del barrio adoraban y al cual incluso siguieron prefiriendo después de que un gran centro comercial abriera muy cerca de su tienda.

 

A Káiser le pudo la curiosidad. y le preguntó a su hija porqué ella y sus amigas seguían prefiriendo comprar en la tienda de Nick en vez de en el nuevo y flamante centro comercial.

 

Su hija le respondió que Nick siempre les daba caramelos de más, mientras que en el centro comercial la otra chica de la tienda siempre les quitaba algún caramelo.

 

Káiser, tras investigar un poco, comprobó que los dependientes de la tienda grande siempre echaban más de una libra en la bolsa de la báscula y luego sacaban algunos caramelos hasta conseguir el peso solicitado. Sin embargo Nick tenía la costumbre opuesta de comenzar con menos de una libra y luego ir añadiendo caramelos hasta conseguir el peso que las niñas les solicitaban. Aunque el resultado final era el mismo en ambos casos, las niñas estaban convencidas de que hacían un mejor negocio con Nick y que éste les trataba con mayor generosidad.

 

Viva los deseos que quiera pero sea consciente de que estos no van a llegar simplemente por la petición, sino que hay que tener disciplina y  paciencia, y esa paciencia no tiene nada que ver con pasividad. La paciencia simplemente es la perseverancia en las actuaciones a sabiendas de que los resultados no van a llegar cuando nosotros queramos sino que el entorno también influirá.

 

Como gran lección ejemplar de peticiones recuerdo las que hizo Alejandro Magno cuando, al borde de la muerte, pidió sus tres últimas deseos, que en su caso eran órdenes, que quería para su funeral.

 

La primera petición era que su féretro lo llevarán a hombros los médicos que le habían atendido.

 

La segunda que en el camino hacia su tumba fueran esparcidos todos aquellos trofeos que él había logrado.

 

Y la tercera que se le enterrara con las manos por fuera sobresaliendo por encima de su tumba y dejándolas al aire.

 

Su primera petición hacía referencia a que todo el mundo supiera que por mucho conocimiento que tengamos los humanos nada puede alterar la voluntad de Dios.

 

La segunda para que su honestidad quedara clara y que el pueblo viera que los bienes materiales conquistados, aquí en la tierra permanecen y no se pueden llevar a otro lugar.

 

Y la tercera para que la humanidad fuera consciente de que venimos a este mundo con las manos vacías y que nos vamos del mismo igualmente sin nada en las manos.

 

Humildad para reconocer que no todo depende de nosotros, Honradez en nuestras actuaciones para con los demás y Consciencia en saber que hagamos lo que hagamos, nos iremos tal y como vinimos. Tres deseos que pido a la humanidad en estos tiempos tan convulsos.